lunes, 8 de abril de 2019

CONFERENCIA DE FRANCISCO MOLINA Y PROYECCIÓN DEL DOCUMENTAL "PERO QUE TODOS SEPAN QUE NO HE MUERTO"



Continuando con el Ciclo sobre Memoria Histórica organizado por Limbo Cultura, el martes 9 de abril a las 19:00 h. el profesor-tutor de la UNED Francisco Molina Artaloytia impartirá en el Museo Etnográfico Extremeño González Santana la conferencia El amor oscuro: discursos expertos y subjetividades en el franquismo. A las 20:15 se proyectará el documental Pero que todos sepan que no he muerto, de la directora estadounidense Andrea Weiss (2018).

Francisco Molina Artaloytia (Madrid, 1973). Doctor en Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia por la UNED, con
Premio Extraordinario de Doctorado, misma Universidad donde obtuvo el Premio Fin de Carrera de Licenciado en Filosofía. También es Máster en Teología por la Universidad de Murcia en la que actualmente es doctorando.



Su tesis doctoral fue un estudio comparativo sobre el tratamiento médico de la homosexualidad en España y Portugal durante las dictaduras del siglo XX y actualmente lleva adelante una tesis en la línea de Teología sobre la cuestión religiosa al respecto en España desde el siglo anterior y hasta ahora. Ha impartido conferencias en la UNED, la Universidade Nova de Lisboa, la Universidad de Coimbra, el King´s College de Londres y la Universidad de La Sorbona de Paris.


Fotograma del documental Pero que todos sepan que no he muerto


Pero que todos sepan que no he muerto (Fuente: El País Cultura (2 de mayo 2018)



En principio más dirigida al público internacional, más desconocedor del asunto, que al espectador español, la película de Weiss se apoya en imágenes documentales cinematográficos y televisivos de archivos estadounidenses y, paradójicamente, aporta una visión quizá más virgen y menos lastrada por el peso de la cercanía, de lo labrado, oído y pensado en círculos en los que la muerte siempre toca de cerca. A base de entrevistas con especialistas y directamente afectados —entre otros, Laura García Lorca, descendiente del escritor; Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica; Empar Pineda, activista feminista; Isabel Franc, escritora; y Antonio Ruiz, encarcelado durante el franquismo por homosexual—, Weiss va componiendo un puzle al que a veces le cuesta encajar por dos motivos principales: una suerte de unidireccionalidad que no le permite la presencia de voces discordantes, aunque sea para que queden enterradas en su dogmatismo, y un cierto desorden en su estructura que la hace saltar del pasado al presente, de la totalidad de la opresión a la especificación homosexual, sin que parezca haber un hilo conductor claro.

Sin embargo, asentada en un tono que acerca la calmada pauta poética a la imagen y al montaje, Pero que todos sepan que no he muerto acaba imponiéndose gracias a la emocionante conjunción de elementos visuales y sonoros, y no solo por las terribles descripciones de los participantes. Así, oír de nuevo el Al alba de Luis Eduardo Aute sobre imágenes del barranco de Víznar, noche negra para la historia de nuestro país, es espeluznante. Y, como se dice textualmente en la película, en referencia a lo particular, los huesos aún enterrados, y como metáfora de lo general: “Es la pequeña gran justicia de colocar las cosas en su sitio”.

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